‘Después de que nos fallaran todos los planes - puentes cortados y carreteras destrozadas -, nos quedamos en la ciudad más tiempo de lo esperado. Durante aquel crucero terrestre (Tamatave es uno de esos puertos que bebe agua) pasamos y volvimos a pasar delante de los montones: chatarra abollada y oxidada que dibujaba círculos y cuadrados, como en un juego de cartas. ¿Por qué los habían dejado en la carretera? ¿Cuánto tiempo llevaban allí? El clima aquí acelera los procesos de transformación. No es posible datarlos. El ocre indio está cargado de luz como si el sol tropical viviera del interior de la materia y no del exterior.’
Fragment de Breve tratado del arte involuntario de Gilles Clément.